domingo, 19 de mayo de 2013

UPN se tira al canal

Sinceramente, la situación de Nafarroa me produce una sensación extraña. Por un lado, que la realidad corrobore lo que ya pensabas te hace sentir cierta satisfacción. Al final, parece que no estábamos tan locos. UPN ha encajado un triple fracaso que desmoronará toda su estrategia económica. El TAV ha embarrancado antes de que se ponga el primer raíl. El IVA de Volkswagen ha convertido el Convenio en papel mojado, porque obliga a hacer trampas en las cuentas para que Nafarroa no colapse. Y sin Convenio, el Amejoramiento está muerto. No hace falta ser marxista para ver eso. O  el Convenio se reescribe en profundidad o los navarros estamos condenados a vivir de una caridad que el Gobierno español debe de renovar cada cinco años. Y, claro, está la caja. Bueno, más bien, la caja no está. Y si no está la caja, Nafarroa no tiene con qué reactivar su economía. Si alguien necesita dinero para comprar algo o para echar a andar un negocio que le dé de comer, tiene que pedir dinero a un señor de Barcelona.

A UPN le queda el Canal de Navarra como último gran proyecto. Es decir, la apuesta de futuro pasa por el regadío. Vale que no soy economista, pero basta ver las fincas sin cultivar en Lodosa y las zonas de regadío tradicional para dudar de la efectividad del proyecto. Sinceramente, basar el futuro de economía navarra en alcachofas y cebollas me parece cateto y me da igual que se riegue con agua de Itoitz que con agua de Vichy. Si amontonamos todas las hortalizas que harán falta solo para pagar el hormigón (es decir, sin sacar un duro de beneficio), seguro que el montículo dejaría corto la peña de Untzue.

Puede que todo esto, permita un giro de 180 grados en la política navarra. Pero, aun en el caso que se dé, quien tome las riendas tendrá que sujetar a una mula tuerta, terca y enferma que corre desbocada hacia el abismo, hacia esa zanja que están abriendo para regar las cebollas o a estamparse contra Carlos III número 8.

La realidad ha confirmado que no estábamos locos y, mucho me temo, que cuando la mula se estrompe confirmará que no somos idiotas. ¿Entonces qué? ¿Nos subimos a la mula o no? Pues no sé si es mejor estar arriba o ponerse delante para frenarla. Al final, da igual que te arrolle y te pase por encima que que se ahogue en el canal o la atropelle el TAV contigo en las alforjas. Vamos a acabar en la UCI seguro si no la frenamos. Y va a estar jodido. Y aun si la paramos, la mula seguirá tuerta y enferma.

Descubrir que no estás loco alegra, descubrir que se puede frenar lo que parecía inevitable ilusiona, pero seamos sensatos, Nafarroa está peor que nunca y, precisamente por eso, necesita la mejor versión de nosotros mismos. Aunque solo sea para que por nosotros no quede. Ojalá baste.

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