Sinceramente, la situación de Nafarroa me produce una sensación
extraña. Por un lado, que la realidad corrobore lo que ya pensabas te
hace sentir cierta satisfacción. Al final, parece que no estábamos tan
locos. UPN ha encajado un triple fracaso que desmoronará toda su
estrategia económica. El TAV ha embarrancado antes de que se ponga el
primer raíl. El IVA de Volkswagen ha convertido el Convenio en papel
mojado, porque obliga a hacer trampas en las cuentas para que Nafarroa
no colapse. Y sin Convenio, el Amejoramiento está muerto. No hace falta
ser marxista para ver eso. O el Convenio se reescribe en profundidad o
los navarros estamos condenados a vivir de una caridad que el Gobierno
español debe de renovar cada cinco años. Y, claro, está la caja. Bueno,
más bien, la caja no está. Y si no está la caja, Nafarroa no tiene con
qué reactivar su economía. Si alguien necesita dinero para comprar algo o
para echar a andar un negocio que le dé de comer, tiene que pedir
dinero a un señor de Barcelona.
A UPN le queda el Canal de Navarra como último gran proyecto. Es
decir, la apuesta de futuro pasa por el regadío. Vale que no soy
economista, pero basta ver las fincas sin cultivar en Lodosa y las zonas
de regadío tradicional para dudar de la efectividad del proyecto.
Sinceramente, basar el futuro de economía navarra en alcachofas y
cebollas me parece cateto y me da igual que se riegue con agua de Itoitz
que con agua de Vichy. Si amontonamos todas las hortalizas que harán
falta solo para pagar el hormigón (es decir, sin sacar un duro de
beneficio), seguro que el montículo dejaría corto la peña de Untzue.
Puede que todo esto, permita un giro de 180 grados en la política
navarra. Pero, aun en el caso que se dé, quien tome las riendas tendrá
que sujetar a una mula tuerta, terca y enferma que corre desbocada hacia
el abismo, hacia esa zanja que están abriendo para regar las cebollas o
a estamparse contra Carlos III número 8.
La realidad ha confirmado que no estábamos locos y, mucho me temo,
que cuando la mula se estrompe confirmará que no somos idiotas.
¿Entonces qué? ¿Nos subimos a la mula o no? Pues no sé si es mejor estar
arriba o ponerse delante para frenarla. Al final, da igual que te
arrolle y te pase por encima que que se ahogue en el canal o la
atropelle el TAV contigo en las alforjas. Vamos a acabar en la UCI
seguro si no la frenamos. Y va a estar jodido. Y aun si la paramos, la
mula seguirá tuerta y enferma.
Descubrir que no estás loco alegra, descubrir que se puede frenar lo
que parecía inevitable ilusiona, pero seamos sensatos, Nafarroa está
peor que nunca y, precisamente por eso, necesita la mejor versión de
nosotros mismos. Aunque solo sea para que por nosotros no quede. Ojalá
baste.
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