domingo, 11 de septiembre de 2011

75 Años de la barbarie franquista

Hace justo 75 años, Euskal Herria estaba envuelta en sangre por la barbarie franquista. Al menos 6.018 ciudadanos fueron ejecutados en los meses posteriores al 18 de julio. Este es un breve recorrido por el escenario de la masacre.

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Durante el tercer fin de semana de julio de 1936 tuvo lugar un golpe de Estado que, fracasado, daría pie a la guerra civil española. Un año después el territorio vasco quedaba en su totalidad en poder de los sublevados, de los franquistas, y para marzo de 1939 la integridad del español. En 1975 moriría el dictador, abriéndose una transición política que obviaría el pasado más cercano. Han transcurrido 75 años del inicio de la barbarie franquista y, todavía, las cuentas de la represión no se han contabilizado al detalle. Conocemos las líneas maestras, pero los obstáculos judiciales y políticos han impedido cerrar la investigación. Algún día se llegará al fondo. Mientras tanto vamos a intentar recapitular en este macabro aniversario.

Al menos 6.018 vascos fueron ejecutados por el franquismo en los meses y años posteriores al inicio del golpe de Estado del 18 de julio de 1936. Entre ellos están contabilizados los que murieron en el campo de concentración de Deustu y en la prisión de San Cristóbal (en el monte Ezkaba) y en los bombardeos a la población civil. Los ejecutados en Nafarroa fueron el 1% de su población total, entre el 7 y el 8% de los que habían votado opciones abertzales o republicanas en febrero de 1936.
De Sartaguda fusilaron al 6,76% de su población. Entre el 2 y el 6% de fusilados se encontraban Lodosa, Mendabia, Milagro y Peralta. De Durango, incluyendo a los falle- cidos en el bombardeo del 30 de marzo de 1937, desaparecieron el 1,78% de sus habitantes. La capital vasca con mayor número de ejecutados fue Donostia, cerca de 400. Aunque en porcentaje lo fue Iruñea, con 300. La capital navarra tenía entonces 42.000 habitantes, y la guipuzcoana, el doble.

Los primeros ejecutados, el mismo 18 de julio de 1936, fueron el baracaldés Manuel Rodríguez, en Zambrana, y en Iruñea Fidel Zandueta y José Rodríguez-Medel, este último comandante de la Guardia Civil en Navarra, leal a la República. Los restos de cerca de 150 de los fusilados navarros, así como varias decenas de gudaris que murieron en la batalla de Legutio, fueron llevados al franquista Valle de los Caídos sin conocimiento de sus familiares. El primer militar vasco fusilado lo fue en Melilla. Se trató del capitán Virgilio Leret Ruiz, aviador e inventor de diversos ingenios voladores.

Jamás se ha tomado en cuenta la magnitud de la represión y el ataque frontal a las libertades vascas y al sistema republicano. La falta de voluntad de los herederos políticos directos del 36, que abandonaron a los suyos, ha hecho que la investigación haya quedado, como tantas otras, en manos particulares e iniciativas populares. A quienes intenten frivolizar habría que explicarles, por ejemplo, que 37.930 niños vascos (hoy sabemos el nombre y apellidos de todos ellos) fueron dispersados en el exilio y terminaron sus días, algunos de ellos, en lugares tan lejanos como Siberia.
La represión tuvo un componente antidemocrático y totalitario que, en primera instancia, se cebó en los representantes de la voluntad popular: 29 alcaldes, de ellos 22 en Nafarroa, fueron ejecutados, así como un número más elevado de concejales. Fue paradigma el caso de Cárcar, donde fueron ejecutados su alcalde Lucio Gutiérrez y todos los concejales excepto dos.

Entre los alcaldes asesinados se encontraban Alejandro Mallona (Mundaka), Fortunato Agirre (Lizarra), Gabino Alustiza (Aia), Domingo Burgaleta (Tudela), Teodoro González de Zarate (Gasteiz), Saturio Burutarán (Loiola, Donostia), Valentín Plaza (Castejón), José Markiegi (Deba), Felipe Urtiaga (Berriz), Antonio Moreno (Corella)... En Araba y Nafarroa fueron fusilados 27 maestros. También decenas de funcionarios municipales como Tomás Abaitua Ugalde, jefe de la Guardia Municipal de Bilbao.
Entre los cargos políticos, el consejero de Sanidad del Gobierno Vasco, Alberto Espinosa Orive, fue el primero en ser ejecutado. Desde febrero de 1936 era diputado a Cortes en Madrid. A Teodoro Olarte, diputado general de Araba, le torturaron, le rompieron varias costillas y le ejecutaron en Bayas. Tras la rendición de Santoña, la Falange ejecutó a quienes consideraba los dos máximos dirigentes de cada partido y sindicato leales. Entre los muertos estaban Jesús Zabala (ELA) y Ramón Rabaneda (PCE), padre del que luego sería modisto Paco Rabanne.

A partir de Santoña, prácticamente todos los sectores sociales fueron juzgados colectivamente: médicos, funcionarios, empleados municipales, ayuntamientos al completo, etcétera. Los funcionarios de prisiones o milicianos que participaron en tareas de vigilancia en las cárceles fueron ejecutados, en todos los casos, a garrote vil. Los primeros agarrotados, Pedro Garmendia, de ANV, natural de San Salvador del Valle, y el socialista Julián Hermosa, de Basauri.
Todas las formaciones políticas sufrieron la pérdida de dirigentes. En el PNV Ramón Azkue, que había sido jefe del Eusko Gudarostea, y Aitzol Ariztimuño, el sacerdote más influyente del partido, fueron pasados por las armas. El médico jeltzale Luis Álava Soutu fue ejecutado por espiar para los aliados durante la Guerra Mundial. Julián Zugazagoitia Mendieta y Jesús Larrañaga, líderes vascos del PSOE y del PCE, también, tras ser detenidos y extraditados desde Francia y Portugal, respectivamente. Tomás Ariz, líder del PCE en Navarra, había sido fusilado igualmente. José Luis Arenillas, jefe de Sanidad del Gobierno Vasco y militante del POUM, fue asesinado en diciembre de 1937.

Isaac Puente Amestoy, médico en Maeztu y uno de los teóricos más importantes del anarquismo durante el siglo XX, fue ejecutado en Pancorbo. El poeta Esteban Urkiaga, Lauaxeta, murió en el paredón del cementerio Santa Isabel de Gasteiz atado a José Placer Martínez de Lezea, responsable de las milicias de ANV. El escritor José María Azkarraga Mozo, de Amurrio, detenido en Larrinaga, entró en un canje de prisioneros entre los dos bandos. Se negó al mismo, por considerarse privilegiado sobre sus compañeros. Fue fusilado en Derio.

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