Poco le ha durado a Yolanda Barcina la alegría de imponerse en el Congreso de UPN. Sus compañeros en el cobro de dietas opacas e irregulares en la CAN acaban de ser citados a declarar como imputados.
La presidenta del Gobierno navarro se ha librado de la citación única y
exclusivamente por eso, porque es la presidenta y, por tanto, aforada.
La juez Maria Paz Benito no le puede citar mientras mantenga el cargo.
Barcina se aferra a la poltrona con uñas y dientes porque teme que su
mandato concluya desfilando hacia la Audiencia de Iruñea para declarar,
como tendrán que hacer su antecesor, Miguel Sanz, y su heredero en el
Ayuntamiento, Enrique Maya. Quiere evitar salir en una foto con gafas
oscuras, como Gabriel Urralburu. Barcina se aferra al cargo pese a que
cada vez más voces en la sociedad navarra le exigen que deje el cargo y
convoque elecciones. Las manifestaciones en contra de su política
antisocial de recortes dictada por Madrid son un clamor. No tiene el
respaldo del Parlamento. Incluso hasta la mitad de su partido votó en
contra de su liderazgo recientemente.
En este escenario, cobra más importancia aún la moción de censura
que EH Bildu presentará el viernes en el Parlamento. Se podrán criticar
tal vez las formas, el haberla presentada sin tener asegurado el apoyo
necesario para que triunfe. Pero, en estos momentos, el Parlamento
dispone de una herramienta en marcha para obligar a Barcina a hacer lo
que no quiere hacer: dar la palabra a la ciudadanía y convocar a las
urnas. El objetivo de la moción no es un quítate tú para ponerme yo,
sino evitar el bloqueo que Barcina ejerce evitando convocar elecciones. Y
ante esto, no se puede mirar hacia otro lado. Ni por parte del PSN ni
por parte del resto de partidos de la oposición.
Si no se va, habrá que invitarle a marcharse.
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